« Perdone, pero en este país no están permitidas las bolsas de plástico », me dijo hace tiempo un guardia en el aeropuerto de Kigali mientras quitaba el plástico que protegía mi mochila. Ruanda es el único país africano, y de los pocos del mundo, que prohíbe el uso de bolsas de plástico. La conciencia medioambiental de este país, especialmente en su capital, es asombrosa: la tolerancia cero a la venta ambulante y el control de los desechos han hecho de Kigali una ciudad impoluta, sembrando un ejemplo a seguir tanto dentro como fuera del continente.

Pero esa imagen de limpieza no tiene réplica en la mayor parte de capitales africanas, a excepción de Sudáfrica y Namibia, donde la recogida de basura de las urbes principales está regulada y existe interés por preservar la salubridad de sus habitantes. La revista Forbes llevó a cabo en 2015 una clasificación de las 25 ciudades más sucias del mundo. Entre ellas, 16 eran africanas: Conakri (Guinea), Niamey (Níger), Bamako (Malí), Nuakchot (Mauritania), Port Harcourt (Nigeria), Brazzaville (Congo) o Addis Abeba (Etiopía) son algunas de las enumeradas en esta lista.

La mayor parte de los africanos deben lidiar con ciudades sucias, especialmente en los slums (zonas masificadas donde habita el mayor grueso de la población con escasos recursos), sin que haya una buena regulación de la recogida de residuos. En la mayor parte de los casos, la eliminación de la basura se realiza quemándola, lo que emite gases tóxicos perjudiciales para la salud. A principios de marzo, el derrumbe de un vertedero a las afueras de Adis Abeba, la capital de Etiopía, provocó la muerte de más de cien personas que se encontraban rebuscando entre la basura objetos para poder vender. Este suceso abrió de nuevo el debate sobre la necesidad de controlar los desechos.

Cansados de vivir en un ambiente donde la porquería invade las ciudades, algunos activistas han encontrado una nueva manera de ejercer presión sobre sus gobiernos para que tomen medidas que garanticen unas condiciones higiénicas óptimas. A veces se ningunea el poder del selfie, pero en este caso se ha convertido en la mejor arma para hacer saltar los colores de la vergüenza a más de un político. La activista guineana Fatoumata Cherif es una de las abanderadas de esta lucha que, bajo el hashtag #SelfieDechets(cuya traducción del francés sería selfie con desechos), denuncia la situación de Conakri, la capital de Guinea, y se hace fotos con un horizonte atípico: vertederos y cualquier esquina de la ciudad donde abunde la basura.

Nos océans méritent une plus grande attention de notre part  Protégeons nos mers, car elles ne sont pas de poubelles 

« Me dí cuenta de cómo el selfie causa gran impacto en las redes sociales, y decidí utilizar Internet como medio para mostrar la realidad y llamar la atención de las autoridades », explica a FCINCO. Cherif destaca que no se puede esperar una respuesta de un día para otro, pero la recepción ha sido positiva. Por otro lado, subraya que las autoridades guineanas no deben de olvidarse de su compromiso con el medioambiente, ya que han firmado los convenios internacionales para combatir el cambio climático y para luchar contra la desertificación.

Conakri no dispone de ningún vertedero de residuos industriales donde se puedan recoger las basuras y convertirlas en abono para reducir su impacto en la naturaleza. Uno de los puntos que señala Cherif es la « oportunidad económica » que se está perdiendo. #SelfieDéchets promueve la recogida y tratamiento de desechos como foco de empleo, así como de reducción del consumo de carbón mediante la conversión de los residuos en compost para ser utilizados para el consumo de energía.

Les déchets peuvent être une solution pr lutter contre le chomage dè jeunes et promouvoir la réinsertion des personnes vulnérables en Guinée

« No se respeta la biodiversidad. Los océanos están llenos de plásticos, las zonas naturales también y, además, se queman los residuos ya que es la única forma de deshacerse de ellos. La salud de la gente está en peligro y los ciudadanos juegan un rol importante. Tienen una responsabilidad », expone. Mauritania y la República Democrática del Congo (RDC) han sido otros países donde han surgido iniciativas parecidas. Se espera que en el año 2050 África albergue más de tres mil millones de habitantes, aumentando con ello sus residuos. Ahora es el momento de comenzar a hacer frente a una pandemia muy extendida, que parece que preocupa más a los ciudadanos que a los gobiernos, y cuya solución radica en la voluntad política.

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